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Bitcoin y El Salvador, ¿cuáles lecciones puede aprender Panamá? O Gracias a la reciente aprobación del Decreto No. 57, el 7 de septiembre de este año el bitcoin se convertirá en moneda corriente, o moneda de curso legal en El Salvador, un país que, hasta ahora, no era relevante en el sistema financiero internacional ni en la comunidad cripto. La decisión ha desatado un gran debate en las redes sociales y entusiasmo entre los simpatizantes de las criptomonedas.
Como bien sabemos, el dinero, en general, debe cumplir tres funciones básicas: depósito de valor, instrumento de cambio y unidad de cuenta. Somos muy conscientes de que el bitcoin, debido a su gran volatilidad, de hasta un 20% diario, como hemos visto recientemente, no constituye una verdadera reserva de valor. Como herramienta de intercambio, tendría que tener una amplia aceptabilidad y debido a su complejidad tecnológica y baja aceptación, el bitcoin aún no ha demostrado ser capaz de pagar un café o un pan en cualquier lugar. Para ser una unidad de cuenta, necesita estabilidad y toda la economía debe aceptarla casi automáticamente para fijar el precio de los productos y servicios cotidianos e incluso los salarios y las rentas; sin embargo, aunque esto no sucede actualmente, es algo que la Ley Bitcoin podría impulsar. ¿Por qué, entonces, El Salvador ingresó al mapa de las criptomonedas? El Salvador tiene algunas características especiales, como la ausencia de moneda propia. La moneda del país es el dólar estadounidense. En otras palabras, no hay política monetaria allí. El interés se fija en los Estados Unidos y El Salvador lo sigue. El Salvador es un país pequeño, donde las remesas internacionales representan aproximadamente el 20% de su PIB, según estudios del Banco Mundial. Esto significa que los ciudadanos que han migrado a otros países y que envían parte de sus ingresos a El Salvador para mantener a sus familias son una fuente relevante de recursos para el país y estas remesas son predominantemente en dólares estadounidenses. Una de las grandes ventajas y, prácticamente, el beneficio más tangible de las transacciones criptográficas es la transferencia transfronteriza de fondos con bajos costos. Utilizando la infraestructura existente y los canales legales tradicionales para el envío de remesas internacionales, el tiempo y los costos resultan enormes para la población; aproximadamente un 10% y sin grandes reducciones en los últimos años.
Probablemente este beneficio sería fácil de percibir en El Salvador, pero también sería válido para cualquier transferencia en criptomonedas. Empleando monedas estables (criptomonedas respaldadas en dólares) se podría evitar la alta volatilidad del bitcoin. Entonces, ¿por qué adoptar bitcoin y no algunas de los miles de monedas estables respaldadas en dólares, sobre todo considerando que el dólar es la moneda oficial y circulante en El Salvador? Quizás la explicación sea que todas las monedas estables son emitidas privadamente y no sería prudente utilizar como moneda de curso legal una criptomoneda emitida por alguna organización privada extranjera. Una posible solución podría ser la emisión de una Moneda Digital de Banco Central (CBDC, por sus siglas en inglés), emitida en el país y respaldada en dólares. Ese, no obstante, es un tema muy controvertido, que ofrece ventajas y desventajas a países con moneda propia y que adquiere proporciones aún más complejas en países dolarizados.
Hay que destacar que el dólar estadounidense sigue siendo oficialmente la moneda de El Salvador y que la contabilidad de las cuentas del país y de las empresas se seguirá haciendo en dólares. El bitcoin será solo otra moneda que circulará. ¿Qué lecciones tendría que aprender Panamá? Panamá y El Salvador se asemejan en el uso del dólar como moneda nacional y en la existencia de una gran masa de ciudadanos no bancarizados sin acceso a productos financieros. Los últimos estudios indican que menos del 50% de la población adulta tiene una cuenta bancaria. La economía de Panamá no depende sustancialmente de las remesas de los panameños en el exterior, como sí lo hace la de El Salvador; es más dinámica y diversificada que la salvadoreña. El uso de bitcoin o cualquier criptomoneda ofrecería un camino hacia la inclusión financiera y mayor acceso de la población a productos y servicios financieros. Entiendo que el incentivo a la competencia constituye un camino más efectivo y seguro y ya lo han recorrido países como Brasil, México, Perú y Colombia, solo por nombrar algunos países latinoamericanos. Este conducirá a la inclusión financiera y reducción de costos, con el estímulo al surgimiento de Fintechs que, con una estructura más ágil y una base tecnológica fuerte, pueden ofrecer productos y servicios de crédito inmobiliario, pagos, seguros, crédito personal e incluso microcrédito.
Las plataformas de préstamos entre personas y empresas o personas y personas con bajas tasas de crédito y aprobación de crédito al mismo tiempo, son ya una realidad. Los movimientos de Open Banking e incluso de Open Finance ya son una realidad también.
El movimiento de El Salvador sigue siendo experimental y corre los riesgos de los pioneros; sin embargo, es una alerta de la rápida y creciente digitalización de las economías. ¿Dónde reside el riesgo que corre Panamá, entonces? En la innovación, que no sucede en Panamá, sino fuera de ella. Además, el dólar digital y el euro digital están en camino y Panamá todavía tiene una estructura financiera del siglo XX. La pluma invitada de ElCapitalFinanciero.com es: |
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